Un recorrido por la obra del escritor surcoreano radicado en Alemania, cuyas reflexiones sobre las crisis contemporáneas resuenan alrededor del mundo.
Por Ignacio Nieto Guil (*)
Corea del Sur, tan lejano y casi extraño a Occidente, es un país marcado por la producción tecnológica a gran escala mundial que, por otro lado, no ha dado a luz a grandes pensadores. Sin embargo, uno de los filósofos más renombrados e influyentes del siglo XXI en el mundo occidental es Byung-Chul Han (1959), nativo de Seúl, cuya crítica cultural a la “sociedad moderna” ha trascendido en la esfera del pensamiento. Además, debió emigrar a uno de los países que más filósofos aportó al mundo sin saber nada del idioma alemán ni mucho menos de filosofía; oficio que adoptó en la etapa final de sus veinte tantos años mientras estudiaba en la Universidad de Friburgo. Se doctoró en 1994 con una tesis dedicada al pensamiento de Martin Heidegger y actualmente está volcado a los estudios culturales en la Universidad de Berlín.
Hoy se posiciona, valga la paradoja, como uno de los intelectuales de mayor renombre. Resulta sorprendente, sin duda, por su gran crítica a la era tecnológica y la sociedad digital reinante en nuestros días. Las redes sociales, el big data, el constante influjo informativo, los likes, las selfies, el narcisismo o la pornografía son algunas de las cuestiones que aborda en sus libros. Temas que, de hecho, el pensamiento debe poner en jaque cada vez más, para entender los grandes males que conllevan y avecinan para la humanidad como, por ejemplo, el auge de la inteligencia artificial.
“Una comunidad de lo igual”
El autor sostiene que la sociedad moderna genera cada vez más adeptos al cansancio y a la depresión por la “autoexplotación” y el “autorrendimiento” que los individuos se infringen a sí mismos a causa de la presión del sistema. “Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose”, afirma el filósofo. En efecto, en “La expulsión de lo distinto” asevera que el mundo vive bajo un “terror de lo igual”, expulsando a quienes se diferencian a partir de una verdadera autenticidad que no es aquella impuesta y conforme al sistema.
El ejemplo más claro se encuentra en las redes sociales, que es “una comunidad de lo igual”, pues allí se reproduce un “yo aislado” de manera incesante que, absurdamente, los sujetos buscan ser distintos a los demás en un vano esfuerzo para no parecerse a nadie: “Hoy todo el mundo quiere ser distinto a los demás. Pero en esta voluntad de ser distinto prosigue lo igual”. No obstante, en esa supuesta “diversidad” afluye el “infierno de lo igual”, ya que en realidad los sujetos se asemejan entre sí, pues se potencia el “yo” hasta grados insospechados. El mejor ejemplo se visualiza en el ciberespacio: “Internet no se manifiesta hoy como un espacio de la acción común y comunicativa. Más bien se desintegra en espacios expositivos del ‘yo’, en los que uno hace publicidad sobre todo de sí mismo”. En este mundo de lo igual antes descrito se reprime, precisamente, el “silencio y la soledad” que el espíritu necesita para flexionar y estar en sí mismo; verdadero ámbito de realización del ser ahogado en estos tiempos líquidos por la “hipercomunicación” y el “mundo del trabajo”.
“El like es signo y también el analgésico del presente. Nada debe doler” (Byung-Chul Han).
La sociedad del “me gusta”
En uno de sus mejores ensayos, “La sociedad paliativa”, hace una elocuente crítica a la era de la “positividad” y del imperativo “sé feliz” -casi como un imperativo categórico kantiano o mandamiento moderno universal-, pues los seres humanos se encuentran en un estado de anestesia permanente para esquivar el dolor, que parece, del mismo modo, no tener sentido alguno. Allí, asevera: “La sociedad paliativa es además una sociedad del ‘me gusta’. Es víctima de un delirio por la complacencia. Todo se alisa y pule hasta que resulta agradable. El like es signo y también el analgésico del presente. Domina no solo los medios sociales, sino todos los ámbitos de la cultura. Nada debe doler. No solo el arte, sino la propia vida tiene que poder subirse a Instagram, es decir, debe carecer de aristas, conflictos y contradicciones que pudieran ser dolorosos”.
El sujeto superficial, con un ego patológico, tiende a crear un escenario falso que le permita recrear su falso “yo” externo a través del desdoblamiento de la propia personalidad. Es decir, por un lado, este sujeto se muestra en la representación de un papel a modo de actor y por tanto irreal. Sin embargo, por el otro, presenta un “yo” interno -o real- carenciado, vacío y falto de auténtica interioridad, con la consecuente ausencia de discernimiento moral.
Algunos de los ensayos publicados por Byung-Chul Han.
Igualmente, ante una sociedad que ha intensificado el narcisismo producto del vacío espiritual de estos tiempos es, por tanto, una sociedad cuyos individuos no pueden capitalizar el dolor para trascender ciertos niveles bajos de vida, puesto que: “A diferencia del placer, el dolor pone en marcha procesos reflexivos. Solo gracias al dolor el espíritu alcanza un nuevo conocimiento, una forma superior de saber y conciencia. El dolor hace que el pensamiento sea más profundo. El dolor es lo único que transforma la inteligencia en espíritu”. Además, se descubre un nuevo ámbito en la realidad o, en palabras del autor, dice: “El dolor mueve al espíritu a construir un mundo salvífico opuesto al mundo existente y que haga la vida más fácil. Hace que todo aparezca bajo una nueva luz”.
En efecto, el dolor bien soportado en primer lugar confronta y en segundo lugar acomoda vitalmente. La frivolidad y la superficialidad no tienen lugar en un escenario así, precisamente porque el dolor otorga seriedad y sentido de vida. Por ese motivo, en una personalidad extraviada el único remedio es la confrontación y el descenso hasta el “yo anulado” -o auténtico- para proceder a su rescate a través del dolor y, de tal modo, el “yo ficticio” que ejerce de personalidad quede desplazado. En otras palabras, ese “yo” enajenado para que aflore auténticamente debe primero confrontarse a sí mismo, incluso descender a un abismo de vacío para luego emerger en lo que será la verdadera realidad de la personalidad. Por ejemplo, esta cura cabe perfectamente a una patología narcisista.
La tiranía del narcisismo
En otro ensayo titulado “La agonía del eros”, destaca “la exposición como mercancía intensifica lo pornográfico, pues no conoce ningún otro uso de la sexualidad”. Y “En el enjambre digital” hace hincapié que los individuos se aíslan, carecen de alma, no se manifiestan en una dirección o en una sola voz y se distancian, principalmente, del “otro” al mismo tiempo que los sujetos están hipercomunicados de manera virtual. Ya no existe la mirada, el rostro o el contacto interpersonal; las personas actualmente viven bajo la tiranía del narcisismo porque se carece de un “otro” de manera real en la sociedad del “yo”, del “exhibicionismo” y del “consumo”, entre otros.
Traducido a múltiples idiomas. De ensayos pequeños, oraciones cortas y citas a pensadores de los que toma sus conceptos centrales -como Ernst Jünger, Martin Heidegger, Hannah Arendt o Jacques Lacan, por citar algunos- que, justamente, han sido desarrollados en mayor profundidad que el autor surcoreano. Por ello, esto mismo le sirve como base para expresar sus ideas críticas a la sociedad globalizada a través de los filósofos más influyentes del siglo XX.
Hacia un mundo intangible y espectral
En uno de sus últimos libros bajo el título: “No-cosas: quiebres del mundo de hoy”, el autor afirma: “Hoy estamos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, la que determina el mundo en que vivimos. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible. Las cosas estabilizan la vida humana. Las cosas son polos de reposo de la vida humana”.
El hombre en el sentido expuesto se ve sometido a un mundo en constante transformación con tanta rapidez que el devenir se torna líquido. El horizonte vital es tan fugaz que el espíritu humano no logra afirmarse sobre sí, pues la vida fluye sin dirección ni realización posible. Lo que genera, sin duda, un sentimiento de precariedad que se expresa por medio de los males morales que afligen a la sociedad contemporánea, como la indiferencia, la falta de empatía o relaciones sin compromiso.
“El sistema político actual, según el pensador, está gravemente afectada a través de “guerras informativas” (Byung-Chul Han).
El aturdimiento informativo
Uno de sus últimos ensayos se titula “Infocracia: la digitalización y la crisis de la democracia”, donde el filósofo surcoreano apunta sus críticas de nuevo a la sociedad digital y al aturdimiento informativo al que está sometido el ser humano. El sistema político actual, según el pensador, está gravemente afectada a través de “guerras informativas”: las noticias falsas, los ejércitos de trolls, las teorías conspirativas o la propaganda, resultan ser, entre otras cosas, técnicas que se utilizan para manipular a las personas, a fin de afectar sus decisiones conscientes. En suma, la política se transmutó al “mundo digital” y Byung-Chul Han define a esta transformación como “infocracia”.
En tanto, su penúltimo libro publicado en 2023 se denomina “Vida contemplativa”. Aquí el autor manifiesta la importancia de salvaguardar la “inactividad” como “una forma de esplendor de la existencia humana” que “hoy se ha ido difuminando hasta volverse una forma vacía de actividad”. En otros términos, destaca el valor del ocio como una forma de moldear la naturaleza humana, ya que precisamente el espíritu se enriquece a través de la contemplación. El autor, consecuentemente, busca revitalizar una noción propia del mundo clásico, pues la contemplación era entendida como una forma de estar con uno mismo en la propia realización vital, hoy tan perdida en el mundo contemporáneo.
La era posnarrativa
Finalmente, su último ensayo también publicado en 2023 se titula “Crisis de la narración”, en el cual expone cómo se perdió el carácter narrativo de la vida en la modernidad tardía: “La crisis narrativa de la Modernidad viene de que el mundo está inundado de informaciones. El espíritu de la narración se ahoga en la marea informativa”. La narración se acomoda en el ser, es decir, un estar en el mundo con sentido. Ahora, por el contrario, se vive en una era posnarrativa que se asienta en lo contingente con la consecuente eliminación de toda fuerza de cohesión y comunidad.
En efecto, vuelve a acaparar los grandes temas que abordó en sus ensayos previos y, por tanto, una vez más intenta arremeter con ingenio contra los aspectos negativos del “tecnologismo” que es, ciertamente, el nuevo tirano ideológico cautivante de la sociedad moderna o, en términos del autor, se trata de un “enjambre digital” sin alma, sin sentido y sin expresión, atraídos por un ruido sin coherencia.
Estas nuevas formas de vivir en la era digital desarraigo al hombre de los aspectos más profundos de su vida. Es una invasión constante de estímulos que aleja a las personas de su raíz más íntima, es decir, de aquello que lo hace humano a partir del estrecho vínculo que establece con su existencia inmediata que, sin duda, lo hace trascender. En consecuencia, la tecnología pareciera reducir al hombre a un mero receptor de nuevos y renovados estímulos que no perduran en el tiempo, puesto que se “desmaterializa y descorporiza el mundo” con el grave peligro de falsear la realidad; y esto último, a su vez, violenta toda apertura posible de adecuación a lo real bajo un sistema que ha impuesto grandes artificios para someter y corromper la naturaleza humana.
Un pensador de la revolución digital
Por lo explicado, Byung-Chul Han es un autor que vale la pena a pesar de que enfoca gran parte de sus males contra el “neoliberalismo”, pues, en este sentido, sería mejor hablar de “modernismo” o “posmodernidad” y de aquellos dictámenes instaurados en los tiempos presentes. Es reduccionista arremeter con un slogan que suena como una etiqueta de puro tribalismo ideológico. Quizá se debería entender que más bien el autor hace referencia a la “sociedad de consumo” y aquellas pautas que hoy dirigen nuestras vidas y que se arraigaron con mayor firmeza luego de la caída de la cortina de hierro que dividió al mundo con independencia de apelar a una interpretación sistémica e ideológica de la realidad. Esto es más propio de un sociólogo y no de un filósofo, ya que no se puede reducir la realidad a meras categorías y, por tanto, a fórmulas vacías, abstractas y academicistas. Por ello, es un grave peligro desconocer el fundamento ontológico de la realidad que capta la recta razón y que autores modernos como Byung-Chul Han en ocasiones dejan de lado para amoldar su crítica a otros sectores del sistema.
Más allá de la observación anterior, es certero en criticar a la “sociedad del placer” en la búsqueda permanente de analgesia contra un presente fugaz para esquivar el dolor, la responsabilidad o la autenticidad. Así pues, el autor surcoreano pereciera esconder una metafísica en miras a un orden de cuestiones perennes en su crítica cultural que, de relucir más, podría emerger un pensamiento de mayor soltura para no quedar en la mera superficie de los estudios culturales que están de moda y de esta manera seguir con su denuncia de los verdaderos y profundos males que muchas veces no somos conscientes pero que, sin embargo, están latentes en las complejas sociedades del siglo XXI. En definitiva, si se entiende esto último, Byung-Chul Han será un autor que contribuirá a pensar la revolución digital de nuestros días.
(*) Abogado, escritor y articulista de La Prensa y El Litoral. Autor de “La noticia eterna” (Alfa Ediciones).